Esta semana he perdido a un ser querido, nuestro hermoso perro Chancho. Se ve que la despedida que le dieron unos seres muy evolucionados fue digna del gran perro que era, quiero decir era un yorkshire , ello es peque,peque, pero era un ser sensacional.. mágico, espontáneo y ladrador. Recuerdo que una de las veces que peor lo pasé junto a él, fue aquel día que se comió una tableta de chocolate puro al 80% de cacao, osea una bomba de relojería, el pobre cuando fuimos a la calle parecía una máquina expendedora de chocolate y no sabría precisar si yo lo llevaba a él o más bien el me llevaba a mí, puesto que debido a la excitación que le provocó el chocolate, corría calle abajo que se las pelaba, tirando de mí como si me hubiera sacado a pasear. Aquel día sentí que podría ser el último para él, y más tarde.... cosas de la vida, lo tuve que dejar en magníficas manos, que lo han atendido y amado hasta el final de su vida en la tierra. Parece que ciertas veces en la vida, pasamos por dos despedidas de los seres que amamos y así ha sido esta vez. Hoy no se si estamos preparados para el curso natural de la vida con el consiguiente final muerte, pero siento que eso que nos han enseñado que es un final, no es más que un renacimiento en una dimensión, digamoslo así , más elevada. Podría contar muchas más cosas de la vida con Chancho, pero las guardaré en mi corazón para que cuando él llame, nos las podamos susurrar al oído.
