viernes, 24 de enero de 2014

El jardín encantado.

 Entró en él, divisó a su alrededor y para su sorpresa, todo lo que había eran objetos que previamente había visto, nada memorable y nada a destacar. No pensaba que tal visión de ese sitio, del que tanto le habían hablado, le provocara tal decepción. En realidad en su mente se habían creado demasiadas expectativas, que en ese día que había intuido mágico, no se habían visto colmadas. Fue de una lado para el otro recorriendo con su mirada, los distintos árboles, las distintas flores y piedras que jalonaban el camino, mientras apesadumbrada, se quejaba de su suerte. Tanto tiempo empleado en encontrar el jardín encantado, horas empleadas en buscarlo en mapas, docenas de libros recopilados sobre el lugar, emociones intensas antes de su hallazgo...y nada o poca cosa ante sus ojos, un lugar común, como tantos otros. Así que, una vez recorrido de cabo a rabo, decidió abandonar el lugar. Efectivamente, no podía negar que fuera un vergel, un sitio con derroche de plantas variadas y especies florales interesantes... Pero , donde estaba la magia en todo aquello? Qué podría contar a los demás de lo experimentado? Había recorrido seis mil kilómetros para ver un jardín y en ese incesante diálogo mental, y con abatimiento, cayó desplomada en un banco, en la ladera de un montículo que quedaba delante de sí. Entonces entró en una especie de ensoñamiento desacostumbrado, y de repente, sin preverlo, sintió una emoción intensa en su corazón y una especie de ventisca repentina en forma de remolino agitó su cabello. Parecía mentira, pero tras unos instantes en su interior, en calma, un ruido de agua fluyendo sobrevino y entonces vislumbró una hermosa fuente, y como si estuviera siendo empujada por el viento en forma de espiral, se acercó y para su sorpresa encontró el objeto de su deseo, aquello que la había impulsado a viajar a las lejanas tierras de la Bretaña. Sí, se trataba de la Fuente de la Eterna juventud y ella la había encontrado. Experimentó entonces toda la dicha que cabía en su corazón y en tal estado de plenitud, se dirigió a la fuente y bebió de su agua. A partir de entonces, cuenta la leyenda que su vida no volvió nunca a ser la misma y que cuando anhelaba algo con mucha fuerza, dejó de buscarlo en el exterior, mirando poderosamente a su yo profundo y retornando una y otra vez al jardín encantado.