jueves, 6 de marzo de 2014

Pero sólo una palabra tuya bastará para sanarme.

 
 
 
En aquel día y aquel sitio, y tal como siempre sucedía, se mostraba todo. Allí estaban la bondad, la calma, la empatía, la compasión, el deseo, así como los miedos, la pérdida, el trauma, los desequilibrios y las esperanzas. Hubiera sido normal cuestionarse cual era la magia de aquel sitio y qué propiciaba aquel encuentro de tantas cosas, pero se prefirió aceptar lo que sucedía, en vez de cuestionar el motivo, la percepción trasciende a nuestros esquemas mentales sobre las cosas. Para que  aquella confluencia se revelara, era necesario realizar un viaje a través del lugar. El sitio tenía múltiples dependencias y era de complejo acceso, ya que para llegar a la parte subterránea se requería bajar múltiples escalones y resultaba que bajar era más fácil que subir, tal como algunas veces sucede ; pero ella siempre se aventuraba a recorrer en toda su extensión el lugar, porque sabía que había sido visitado por místicos y almas excelsas y que todas habían obtenido recompensa en el intento. Habían narrado otros, que alguna vez encontraron en esa casa, una serpiente que intentaba ascender a las habitaciones superiores, incluso a la azotéa, pero ella interpretaba que no se tartaría de ningún tipo de serpiente venenosa, sino más bien de una guía en aquella expedición. Cuando no sin esfuerzo llegó al subterráneo, le pareció un lugar bastante desordenado, en su interior se disponían una pluralidad de espejos locos, que transformaban, como los de las ferias, todas sus percepciones en el instante de la reflexión o proyección de lo que veía, y lamentablemente, ella se veía en ellos como una persona cobarde, pese a los riesgos tomados para entrar en la casa y llegar al fondo, o veía escenas amplificadas relativas a los suyos, en uno se veía limitada por todo y todos y en general no le gustaba lo que veía y ese sitio terminaba siendo desolador, ello le provocaba incluso un agudo dolor de estómago que terminaba en diarréas casi contínuas. Así juró y perjuró que volvería las veces que hiciera falta, para ordenar aquel subterráneo y se hizo el propósito de limpiar los cristales empañados de aquellos espejos. Narró esta experiencias y propósitos a una persona que estaba cuando regresó arriba, porque esta persona tenía una virtud entre otras, y pese a que, a lo mejor ella no era digna de que entrara en aquella casa, sólo una palabra suya bastaba para sanarla.

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